15 sept 2013

Interrail 2012: Día 6

♣DÍA 6: SALZBURG - HALLSTATT - SALZBURG♣
Derrapes sobre el agua y eterna lucha contra la mostaza

Sobre las siete de la mañana nos levantamos y salimos de la habitación como podemos, sorteando todo tipo de obstáculos: mochilas, zapatos, bolsas, regalos y demás objetos varios no identificados. No es que seamos desordenadas (solo lo justo), pero en los cinco metros cuadrados de “espacio libre” que tenemos para seis personas, se hace lo que se puede.

Ingeniería alberguil



El día anterior ya hemos avisado de que no nos quedaremos a desayunar, por lo que tenemos preparado un “packed breakfast” que incluye zumo, pan de centeno mú rancio con jamón y queso, leche y algo más que ahora no recuerdo. Nos las ingeniamos para cargar con todo y emprendemos la marcha hacia la estación de trenes, desde donde sale nuestro tren a Attnang Puccheim a las 9:07. Ahí cogeremos un segundo tren a Hallstatt.

La caminata a la estación normal, nos equivocamos de dirección un par de veces pero nada serio, estamos empezando a orientarnos en Salzburgo. Montamos en el tren y elegimos unos asientos, va prácticamente vacío por lo que hoy no habrá problemas. Sacamos nuestro material de desayuno y nos lo comemos por mucho que el pan de centeno ese que trae no nos haga demasiada gracia. 

Hacemos el transbordo sin dificultad, el segundo tren es parecido al primero, aunque éste último es regional. Los paisajes desde la ventana son increíbles aunque nada comparando con lo que veremos más tarde este mismo día. Como hay sitio de sobra en el tren, nos desperdigamos por el vagón e intentamos dormir un poco. Al ver que me es imposible dormir y que el paisaje es tan espectacular, saco la cámara y hago fotos en la medida que puedo, ya que cada dos por tres hay un túnel que me las chafa. 

Se acerca la supuesta hora de llegada a Hallstatt pero ninguna de la estación lleva tal nombre. Empezamos a mosquearnos, y de repente el tren se detiene en medio de la nada, no se ven más que piedras y árboles desde las ventanas, nada parecido a una estación por ninguna parte. Nos preguntamos: “¿será esto Hallstatt?”. Por precaución recogemos las cosas y corremos detrás de un revisor al grito de “Hallstatt? Hallstatt?”, a lo que responde: “Ja!”. Pues nada, vuelta corriendo al extremo opuesto del vagón donde está la puerta, bajamos pocos segundos antes de que el tren siga su recorrido, sin haber tenido la ocasión de ver las caras de los demás pasajeros al vernos dar el cante. 

Parece ser que hemos llegado a nuestro destino. Sabemos que debemos coger un barco que nos trasladará a la orilla opuesta del lago, así que empezamos a buscarlo. No hay turistas a los que seguir porque todos se han bajado del tren en cuanto ha parado y como personas civilizadas, lo único que nos queda es seguir hacia la izquierda. Tras haber caminado unos pocos metros, lo vemos, un cartel con letras enormes que reza: Hallstatt. Al menos hemos llegado bien. Poco nos dura la tranquilidad, el barco está a punto de salir hacia el pueblo y nosotras aún arriba, en la estación. Echamos a correr, perdiendo la poca dignidad que nos queda a causa de varios tropiezos que afortunadamente no causan daños mayores (no físicos, al menos). Desde el barco las vistas son de las más alucinantes que he visto jamás, muchos de vosotros sabréis de lo que hablo, no hay palabras que describan ese paisaje.

Hallstatt desde la orilla opuesta del lago
Llegando a Hallstatt
Llegando a Hallstatt
Iglesia del pueblo
Barco y lago
Bajamos del barco y vamos a investigar el pueblo. Es muy pequeño y en pocas horas lo has visto todo, aunque por mí me hubiese quedado allí un mes, creo que las fotos hablan por sí solas. Callejeamos un rato entre las casas, visitamos la plaza, compramos souvenirs y bajamos al río.

Calle de Hallstatt
Estatua en la plaza
Casas en la plaza
Vistas al lago desde el pueblo
Aquí es donde hacemos el descubrimiento del día: se alquilan lanchas motoras para pasear por el lago.Preguntamos por los precios (con algo de miedo), 12€ la hora por la lancha de menos potencia. Decidimos darnos el capricho (al fin y al cabo sale por poco más de dos euros por cabeza) y pagamos por una hora, de doce a una. Montamos felices en la super-barca y nos sueltan en el lago, parece ser que para conducir eso solo hay que darle a un botón para encender y apagar y girar el volante. A todas nos hace ilusión conducir, por lo que hacemos turnos. Cada vez que toca cambio paramos la barca (imaginad la velocidad que llevaba que en ocasiones no sabíamos si seguía encendida o no) y ponemos en marcha una sofisticada maniobra de rotación para no volcar. A pesar de saber que es imposible derrapar (a 2km/h como que no sale), todas lo intentamos por si acaso, al menos nos sirve para echarnos unas risas. Aunque lo mejor, cómo no, las vistas.

La susodicha
Desde la super-lancha
Vistas desde la barca
Desde el lago
Más vistas al lago
Entre derrape y derrape
Volviendo a Hallstatt
Vuelta a tierra firme
De vuelta en el pueblo buscamos un lugar para comer, esta vez decidimos darnos el lujo de pasar de sentarnos indignamente en el suelo con los bocadillos de embutido. Vemos un restaurante a orillas del lago que nos convence y pedimos salchichas con patatas. Nos sientan en una mesa con una señora, en un principio nos da pena la pobre mujer por tener que aguantarnos, pero parece que se divierte. 

Al contrario de lo que parecía a la mañana, no nos ha llovido en todo el día y además sale el sol, menos mal, supongo que aquel sitio con lluvia debe perder mucho. Buscamos una fuente para rellenar nuestros botellines y durante el proceso de búsqueda conocemos a un matrimonio de Cuenca (creo) con quienes charlamos un rato. Ya con agua y todos los souvenirs comprados, acaparamos uno de los bancos de la plaza del pueblo por unos minutos antes de continuar con nuestra visita. Damos un último paseo por el lugar y sobre las cuatro de la tarde volvemos al barco que nos lleva a la estación.

Plaza de Hallstatt
Por enésima vez, el lago
Casas en Hallstatt
Y más casas
El primer tren de vuelta tiene compartimentos de seis. Ocupamos uno y aprovechamos el viaje de vuelta para dormir, llevamos unos días bastante movidos y el cuerpo nos pide un descanso. El transbordo en Attnang Puccheim se hace eterno, especialmente por el sol abrasador que hay. Estamos de vuelta en Salzburgo antes de la siete de la tarde, y ya que estamos en la estación hacemos una visita a lo que parece ser el único supermercado del centro de la ciudad. Yo me niego a creer que todo el mundo haga la compra ahí, seguro que tienen tiendas pijas de comida en la parte vieja. Arrasamos con lo que vemos, bizcocho, pan, pastas para la familia, zumos, etc. La verdad es que aquel Spar de la estación nos salva la vida, ya apenas hay comida aplastada en las mochilas, hasta el embutido nos empieza a faltar. 

Aún es pronto para subir al albergue, de modo que nos dirigimos al centro de la ciudad para ver la calle principal y la más conocida, Getreidegasse. Se trata de una larga calle repleta de comercios de todo tipo, en los últimos años hasta McDonalds y Zara se han instalado, casi todo caro, muy caro. En dicha calle también se encuentra la casa donde nació Mozart, hoy en día adornada con un par de banderas austriacas. Recorremos la calle tranquilamente y buscamos algo barato para cenar. En un principio no queremos ir al McDonalds, preferimos probar Schnitzel (una especie de filete empanado) o algo típico pero el pijismo del centro de la ciudad vuelve a hacerse ver, es casi imposible encontrar algo medianamente barato en esas calles, y lo poco que hay está abarrotado de turistas que se nos han adelantado.

Fortaleza, centro y río Salzach desde uno de los puentes
Fortaleza con luna incluida
Más Salzburgo
Atardecer en Salzburgo o "¿por qué tiene que haber siempre grúas arruinándome la foto?"
Mozarts Geburtshaus
Seguimos caminando y descubrimos un pequeño puesto de comida rápida cerca de la plaza de la catedral. Escogemos lo que queremos y como ya estábamos tardando en hacer el ridículo, lo tenemos que hacer comprando la cena. La dependienta no habla inglés, por lo que tengo que sacar a pasear mi alemán chapurreado, y aunque hasta ahora no hemos tenido problemas en ese aspecto, la mujer no parece enterarse de lo que digo. Acabo de pedir tres sandwiches de Schnitzel y dos de pollo cuando de repente nos acordamos de que en Austria tienen la manía de poner mostaza a todo aquello que se come, así que le pido los sandwiches “ohne Senf... Oooooooooohneeee Seeeeeeeenf”. Al fin me entiende, pero ya me ha creado complejo.

Sandwich de Schnitzel
Dirigimos nuestros pasos hacia la plaza de la catedral, donde se supone que ponen una pantalla gigante para ver ópera gratis durante el festival, para aquellos que no podemos permitirnos una entrada de 500€. Qué majos. Todos los asientos están ocupados y nos sentamos en el suelo con nuestra cena. Desconozco el título de la ópera que está siendo representada pero trataba sobre un marido celoso y una mujer medio loca. 

A las once y media nos cierran el ascensor del museo y no apetece ir monte arriba a esas horas, de modo que nos marchamos en cuanto termina la ópera. La base del ascensor está a unos diez minutos andando de la catedral por lo que recuerdo, en el centro todo está muy cerca. Saludamos al vendedor de tickets del ascensor, un señor muy amable que ya nos conoce, en pocos minutos estamos de vuelta en el albergue. Tras sacar unas fotos nocturnas desde el mirador vamos dentro a ducharnos y hacer las mochilas, al día siguiente vuelve a tocar cambio de ciudad.

Camino al albergue
Recogemos la ropa del día anterior que habíamos dejado desperdigada por el pasillo, es que en nuestra enorme habitación no hay quien ponga nada a secar. Hacemos cálculos con el embutido restante, parece ser que solo hay para un par de comidas más y que en Munich habrá que comprar algo. No tenemos ni idea de las risas que nos traerán los embutidos de Munich...


Gastos por persona: 41'3€
Barco Hallstatt: 4'4€ (ida y vuelta)
Lancha motora Hallstatt: 2'4€
Salchichas con patatas: 5€
Compra en el Spar: 6€
Sandwich de Schnitzel ooohne Seeenf: 2'5€
Ascensor Mönchsberg: 2€
Albergue: 19€

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